1. Contar con la documentación más relevante para la venta de la vivienda. “En ocasiones se han perdido o complicado operaciones porque en el momento de la firma, la documentación no esta completa”
2. Dedicar tiempo a seleccionar a un buen agente inmobiliario. Con uno basta, pero hay que asegurarse de que sea el que mejor pueda representar los intereses durante todo el proceso.
3. Solicitar un análisis comparativo del mercado para valorar tu vivienda. El cliente acude a la agencia inmobiliaria con una idea preconcebida de cuánto puede valer su vivienda. También en muchos casos el agente no le saca de su error por no perder la operación. El resultado puede resumirse en tiempo y dinero malgastado por no enfocar bien la operación.
4. Definir cuales son las previsiones de tiempo para vender, y asesorarse sobre la estrategia de precio más adecuada para planes de futuro.
5. Solicitar al agente que explique su plan de marketing, es decir, qué va a hacer para vender la vivienda.
6. Definir, junto al agente, las mejoras a realizar: reparar desperfectos, poner a punto baños y cocina, asegurar una buena iluminación, pintar. Está demostrado que el cliente valora las mejoras un 25% por encima de su coste real.
7. Solicitar factura y llevar un registro de todo el dinero invertido en los gastos de mejoras ya que se puede deducir de los impuestos sobre las ganancias de la venta.
8. Neutralizar el ambiente. La compañía invita a “aprender de las grandes constructoras porque el cliente debe sentirse como si visitara un piso piloto. Fuera objetos decorativos, bultos o efectos personales en los baños.”
9. No estar presente en la vivienda durante las visitas. Ya que “los compradores potenciales se sentirán más cómodos pudiendo pasear libremente por el inmueble y hablando libremente con el agente inmobiliario”.
10. Solicitar información permanente sobre la evolución del proceso.